(1Co 15:3-4 NVI) Porque ante todo* les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras,
que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras,...
(1Co 15:20-22 NVI) Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron.
De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos.
Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir.
(1Co 15:47-49 NVI) El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo.
Como es aquel hombre terrenal, así son también los de la tierra; y como es el celestial, así son también los del cielo.
Y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos* también la imagen del celestial.
(1Co 15:50 NVI) Les declaro, hermanos, que el cuerpo mortal* no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible.
(1Co 15:51-58 NVI) Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados,
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados.
Porque lo corruptible tiene que vestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad.
Cuando lo corruptible se vista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: "La muerte ha sido devorada por la victoria."*
"¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?"*
El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.
¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.
La palabra resurrección señala, habitualmente, nuestra existencia más allá de la tumba. No se halla un rasgo de la doctrina del apóstol en todas las enseñanzas de los filósofos. La doctrina de la muerte y resurrección de Cristo es el fundamento del cristianismo. Si se quita, se hunden de inmediato todas nuestras esperanzas de eternidad. Por sostener con firmeza esta verdad los cristianos soportan el día de la tribulación, y se mantienen fieles a Dios. Creemos en vano, a menos que nos mantengamos en la fe del evangelio. Esta verdad es confirmada por las profecías del Antiguo Testamento; muchos vieron a Cristo después que resucitó...
...A todos los que por fe se unen a Cristo, por su resurrección se les asegura la propia. Como por el pecado del primer Adán todos los hombres se hicieron mortales, porque todos obtuvieron su misma naturaleza pecaminosa, así, por medio de la resurrección de Cristo todos los que son hechos partícipes del Espíritu, y de la naturaleza espiritual, reviviremos y viviremos por siempre....
...Habrá un orden en la resurrección. El mismo Cristo fue la primicia; en su venida resucitará su pueblo redimido antes que los otros; al final, también los impíos serán resucitados. Entonces, será el fin del estado presente de cosas. Si queremos triunfar en esa solemne e importante ocasión, debemos someternos ahora a su reinado, aceptar su salvación, y vivir para su gloria. Entonces, nos regocijaremos al completarse su empresa, para que Dios reciba toda la gloria de nuestra salvación, para que le sirvamos por siempre, y disfrutemos de su favor...
...El cuerpo humano en su forma presente y con sus necesidades y debilidades, no puede entrar en el reino de Dios, ni disfrutar de él. Entonces, no sembremos para la carne, de la cual sólo podemos cosechar corrupción. El cuerpo sigue al estado del alma. Por tanto, el que descuida la vida del alma, expulsa a su bien presente; el que rehúsa vivir para Dios, despilfarra todo lo que tiene...
...No todos los santos morirán, pero todos serán cambiados. Muchas verdades del evangelio que estaban ocultas en misterios son dadas a conocer. La muerte nunca aparecerá en las regiones a las cuales nuestro Señor llevará a sus santos resucitados. Por tanto, procuremos la plena seguridad de la fe y la esperanza para que, en medio del dolor, y en la perspectiva de la muerte, podamos pensar con calma en los horrores de la tumba, seguros de que nuestros cuerpos dormirán ahí, y mientras tanto, nuestras almas estarán presentes con el Redentor.
El pecado da a la muerte todo su poder nocivo. El aguijón de la muerte es el pecado, pero Cristo, al morir quitó este aguijón; Él hizo expiación por el pecado; Él obtuvo la remisión del pecado. La fuerza del pecado es la ley. Nadie puede responder a sus exigencias, soportar su maldición o terminar sus transgresiones. De ahí, el terror y la angustia. De ahí que la muerte sea terrible para el incrédulo y el impenitente. La muerte puede sorprender al creyente, pero no puede retenerlo en su poder. ¡Cuántos manantiales de gozo para los santos, y de gratitud a Dios, son abiertas por la muerte y la resurrección, los sufrimientos y las conquistas del Redentor!
-En el versículo 58 tenemos una exhortación a que los creyentes sean constantes, firmes en la fe de ese evangelio que predicó el apóstol (Pablo) y que ellos recibieron. Además, a permanecer inconmovibles en su esperanza y expectativa de este gran privilegio de resucitar incorruptible e inmortal. Para abundar en la obra del Señor, haciendo siempre el servicio del Señor y obedeciendo los mandamientos del Señor. Que Cristo nos dé la fe, y aumente nuestra fe, para que nosotros no sólo estemos a salvo, sino gozosos y triunfantes! :)
7/08/2007
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